triatleta

Unos meses antes de que me diagnosticaran cáncer de mama corrí mi primer triatlón. Un año después, no podía creer que aquella persona hubiera existido, que yo fuera la misma que había cruzado la meta después de nadar, dar pedales y correr durante más de tres horas. La cirugía, la quimio y por último la radio, me habían dejado exhausta.

Durante todo el proceso me obsesioné con curarme lo antes posible para poder volver a entrenar. Y ese deseo me dio la fuerza para soportar la quimio, aceptar mis nuevas cicatrices y asumir un obligado aspecto a lo teniente O’Neil.

Estaba preparada para todo. Para todo menos para enfrentarme, primero a una linfagitis y después a un linfedema.

Olvídate del triatlón, me dijeron en el hospital. Olvídate de nadar como antes, olvídate de la bici en esa posición, olvídate de correr tantos kilómetros… y no olvides que lo realmente importante es que sigues aquí.

¿Pero se puede renunciar a lo que realmente te hace feliz? Así que, en contra de las opiniones catastrofistas de rehabilitadores y algún que otro terapeuta, busqué un buen fisioterapeuta de cabecera que me comprendiera y que me ayudara a buscar mis propios límites con el deporte. Empleé muchas horas en aprender a vendarme, repetí los ejercicios que me recomendaron durante meses y, poco a poco, pasé de no poder estirar el brazo a nadar unos largos y luego unos kilómetros. Me hice un manguito de colores para entrenar y volví a subirme a la bici y muy, muy despacito, a correr. Primero unos metros y en unos meses una media maratón.

Es evidente que mi axila y mi brazo nunca serán los mismos, pero yo tampoco soy la misma. Ahora soy más consciente de mi fuerza y también de mis limitaciones. Y si un día no puedo correr porque está un poco hinchado, pues nado. Y si me paso con la bici, pues me voy a ver a mi fisio y duermo con el brazo en alto.

He vuelto a competir y cada vez que cruzo la meta lo acaricio a través del manguito, como si quisiera darle las gracias por seguir ahí, aguantando como un campeón».

 

Marta Bodas, paciente socia de AEL

Comentarios 3

  1. Me encuentro en una situación parecida. Me podría recomendar un fisioterapeuta?
    Otra pregunta, nada con el manguito puesto?
    Gracias

    1. Post
      Author

      Hola Elsa,

      Disponemos de varios profesionales pero necesitamos saber dónde resides. Si quieres escríbenos por mail.

      Puedes nadar con manguito, pero con el efecto de la presión hidrostática ejercida por el agua + el ejercicio, no sería necesario. En caso de que compitas y la intensidad de ejercicio sea alta, valoraríamos el caso particular para recomendarte de manera individual.

      Saludos!

Responder a Pilar Lorente Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.